Capítulo 3: El cumpleaños del mushky
Sección 1: Los teacakes saltarines
Corregido por Alexis García Hernández
Después de recorrer todo aquel lugar, concluyó que jamás había visto morada más hermosa. Se heredaba un paraíso de perfección. Presentaba dos pisos funcionales.
Poseía áreas de gimnasio dentro de la propiedad, spa privado, zona de aire libre con barbacoa, espacios verdes para mascotas, varias habitaciones espaciosas, una cocina de alta gama.
Abarrotada de numerosos pasillos con decorados de lujo, maderas de calidad, ornamentos de mármol ubicados con delicadeza y precisión, cuadros de grandes pintores, y hasta enormes y brillantes lámparas de araña en el techo.
Todos los muebles, finamente fabricados y lujosos, con pequeños detalles, y llenos de historia, parecían esculpidos por dioses, abundaban también las vastas y sutiles alfombras, y macetas con plantas y flores.
Un ambiente rústico (con aires de modernidad) y sobre todo tradicional, y con mucha iluminación natural. En los balcones se disfrutaban de buenas vistas.
Las paredes se enternecían entre cian, marrón, y blanco de madera, envolvía todas las vistosas habitaciones, donde destacaba un salón de estudio, con el que Alex flipó.
Nada comparable a su antiguo domicilio, estaba en un casa de ricos. Lo único que compartían ambos sitios es que se mostraban algo carentes en tecnología.
Una bufanda, como hecha por Linda, especuló Alex, era el punto más negativo de uno de los baños. Colgaba de una mampara de ducha minimalista, muy elegante y limpia.
Luego estaba aquella mesa del comedor más sublime que uno pudiera imaginarse, desbordado de manjares: dulces de caramelo de limón, pasteles de carne, trocillos de jamón ahumado cortados uniformemente, piña en almíbar, etcétera, organizados sobre sus platos e utensilios intachablemente colocados.
Había otra mesa más pequeña, de cristal, con 4 sillas, con un mantel estampado, qué parecía ser la que usaban.
—No había que molestarse, nosotros trajimos nuestra comida —avisó Rosanna, que también se maravillaba con la vista.
—No sé cómo pueden llamarle a eso comida. ¡Por favor! —dijo el extraño.
—Pero… —intentó rebatir Rosanna.
—Oh, también me tomó por sorpresa, pero, el escaparador, aunque prácticamente arribó a la par de ustedes, lo hizo un poquito antes, y no fue muy conservador que digamos con sus pertenencias. Linda será buena cocinera, pero no confío en alimentos enlatados con prisa, repugnante. Además, si hoy celebramos por partida doble —explica el desconocido con una mueca impensada en su rostro.
—¿Por partida doble, uy, no sé por qué lo dices? —enunció Linda dubitativa.
—Ya verás —apuntó de nuevo el extraño, el cual Alex adivinaba que, a pesar de la vejez, debió ser alguien muy vistoso en sus 20, no obstante, se notaba que se hallaba en plenitud de condiciones.
—No podemos aceptar tanta hospitalidad, sería abusar —continuó Linda.
Alex literalmente pensó: “Un poquito porfa, ese helado de fresa con chocolatinas parece tan suculento…”
—Por mi sobrino-nieto todo, llevaba centurias queriendo conocerlo. Además, las extrañaba tanto, y ahora más que nunca. —De aquel anciano se transmitía cierta melancolía.
Alex repasaba mentalmente su sobresaliente jornada. Primero, un viaje alucinante precedido por la aventura de aquel monstruo; segundo, aquella resplandeciente y enorme casa, y tercero, se iba estableciendo un serio récord de conocer parientes.
Esos supuestos de que su madre era la única en su mundo, erraban, pero ¿entonces, se suponía que hubo otros sobrevivientes de aquel día trágico? ¿Eso podría significar que hubiera esperanzas para con su padre?; no paraba de darle vueltas.
—Casimir, te entiendo, pero no nos enamore. Además, Alex debe estar agotado, lo que necesita es un buen colchón. No debió preparar algo así tan temprano, por Aisha, si son menos de las seis de la mañana —indicó Rosanna en tono desafiante.
“No importa, pensándolo bien, no existía tal cansancio”, satirizaba Alex.
—Sí, lo sé —Casimir ríe con confianza—. No se preocupen, descansen si quieren, nada se va echar a perder de todos modos —
—Claro, percibo un campo de energía de gran poder, muy frío, que ronda la comida, conservandola. Pero sea sincero, Cas, ¿desde cuándo la tenéis preparada?, me transmite una vibra peculiar —indagó Linda algo retraída.
—Desde hace unos años, quizás 15, o 16, la preparación realmente me tomó más de un mes. Sabía que un día volverían, y prometí que nunca tocaría bocado, hasta que me visitaran. Siempre estuvieron en mi mente, aunque no pudiéramos comunicarnos. Me faltaba tanto el amor de ustedes. Me preparo mis cositas, y bueno tengo que cuidar de, da igual, pero de ese banquete ni pio —expresó Casimir algo ensimismado.
Evidentemente, el coctel de gambas no resultaba ya tan apetitoso para Alex. “Hace 16 años… ”.
—Además, le debemos unas cuantas explicaciones a Alex, qué sigue mudo, ¡Alex! —pitó Rosanna que volvió a preocuparse por el estado de ensimismamiento de su sobrino.
—Sí, estoy aquí, y tengo una gran cantidad de interrogantes, para qué mentirles, pero siendo sincero conmigo, si estoy cansado y hambriento, eh, flaca, ¿estás segura de que esa comida es comestible? —preguntó Alex, un poco inseguro.
—Como si se preparara en este mismo instante, pero Casimir, ¿dónde anda? —inquirió Linda entrecortada.
—Va y viene, bueno, no quiero evitar la cara de sorpresa de Alex cuando le vea —dijo Casimir con suspenso.
—Ni yo, pero Casimir, me sigue carcomiendo eso de por partida doble, ¿a que te refieres?, en fin, no se hable más —planteó Linda algo enredada.
—Entonces, ¿pudiera llevarme esos? ¿Qué son?, se me antojan —Alex interrumpió sin premura.
—¡Alex!, que descortesía —le regañó Linda.
—Tiene hambre, pobrecito. Son teacakes saltarines. Acompañan las tacitas de té que se encuentran de lado, pero coge lo que quieras —respondió Casimir, afligido.
Claramente en la mira se ubicaban tres platos con dos teacakes encima, perfectamente amontonados en igual modo, y de lado de ellos, tres tazas de té con una alineación tan perfecta que no podía ser obra humana. Alterar tanta exquisitez irremediablemente lo volvía a uno nostálgico. “¿Cómo que saltarines!”, era lo único que Alex desatendía.
—Bueno, vamos a proceder a las habitaciones que nos señalaste, reposamos un poco y luego nos damos un desayuno de ensueño, por el que se ha esperado tanto, no vamos a fingir ser de rogar —continuó Rosanna con la firmeza de siempre, aunque Alex se atrevería a afirmar que, en un sentido, de forma similar a él, su tía prefería no descansar con tal de saborear aquel festín.
Alex trató de atrapar un teacake, y luego otro, pero estos saltaban sin parar.
—No son muy estables —gruñó Rosanna. Y, sin más, se dirigieron a sus habitaciones.
Alex cazó con esmero, un teacake mágico y lo saboreó suavemente, desordenando aquella perfección.
El cansancio y el sueño arremetieron contra él. Ninguna idea pendiente, pudo vencer a la colchoneta extremamente placentera en la que se hallaba acostado.
Pasadas quizás unas dos horas, escuchó una voz que casi lo despierta, y que provenía desde algún sitio lejano de la casa. “No podía ser, su mente le jugaba malas pasadas, quizás sólo se le parecía, acaso, ¿no escuchaba bien?, ¿estaba soñando?, ¿vivía una alucinación?, ¿pues conocía perfectamente ese tono, y realmente platicaba de un modo conocido…”
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